viernes, 9 de diciembre de 2016

40. Caída libre

Con cada bocanada el aire se siente espeso,
las larvas inflan las entrañas hasta reventarlas,
la piel quema y pesa,
la vida pesa,
los recuerdos pesan,
y lo que quisieras recordar.
Los huesos se quiebran
y las paredes un poco también.

Quisiera tener la convicción de golpearte con todas mis fuerzas,
quebrarte, matarte,
y sigo sin entender por qué.
No importa si yo también muero mientras lo hago,
seguramente así será.

Odio perder el tiempo,
concentrar energía en algo inútil,
ser tan estúpido para saberlo y no poder evitarlo.
Esa sensación la conozco muy bien,
lo suficiente para odiarla,
lo suficiente para decir
no.

Sí, como una sierra eléctrica en la cabeza,
como el agua cuando te ahoga,
el aire cuando estás en caída libre,
o simplemente un corazón que explota,
mientras la música de tu fiesta sigue sonando,
y el juego no acaba pero los jugadores sí.

Muero una vez más,
pero esta vez lo deseo
y sonrío cuando lo hago,
mientras la luna se esconde sin dejar de brillar,
y la luz del sol me ciega.
Maldito sol.

Estoy aquí y no,
vivo y muerto a la vez,
cansado y sin voluntad.
Sintiendo y no.

Tal vez porque no tuve cuidado,
porque lo permití, o porque lo imaginé.
Tal vez porque no me di cuenta,
o porque la vida a veces te espera adelante,
así como la muerte,
y no la ves llegar
por mirar siempre hacia atrás.

Con cada bocanada el aire se siente espeso,
las larvas inflan las entrañas,
la piel quema,
los huesos se quiebran.